El autónomo nunca se pone malo

Los autónomos no pueden permitirse estar enfermos. Cuando no están al pie del cañón en su actividad, su facturación se interrumpe y el día a día se paraliza, lo cual supone el colapso del negocio.

Por otra parte, si están malos y se quedan en casa, a su regreso se encuentran una serie de tareas acumuladas que deben realizar rápidamente, combinando su desempeño con las del quehacer cotidiano habitual. Así que no les compensa estar de baja… salvo si es absolutamente imprescindible.

No es que el autónomo nunca esté enfermo, sino que no puede permitirse faltar a su trabajo. Y no lo hace. Por eso, según los datos recogidos por la organización de autónomos ATA, solo 9 de cada 1000 autónomos al mes se dan de baja. En 2017 menos de 30 000 autónomos pidieron la incapacidad temporal… frente a los 355.784 asalariados que lo hicieron.

Los hechos reflejados por este estudio demuestran, además, que las bajas de los autónomos son más duraderas que en el resto de las categorías profesionales. La media general de duración de baja entre los asalariados es de 39 días. Entre los autónomos… tres veces más: 91 días.

Resulta fácil concluir, por tanto, que los autónomos solo cogen la baja cuando no les queda otro remedio. Cuando la enfermedad o la afección va para largo y necesitan poder recibir lo máximo. Los hechos son indiscutibles.

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