Cuando hablamos de edificios saludables, ¿a qué nos referimos exactamente?. Los estudios de arquitectura han de contar con total libertad para, a la hora de concebir sus proyectos, tener la garantía de que los edificios y entornos que proyecten sean saludables, y que al mismo tiempo gocen de una estética agradable.
Si nos atenemos a la definición que nos ofrece la máxima autoridad en la materia, la Organización Mundial de la Salud, se trata de un estado de bienestar social, mental y físico completo. No estamos refiriéndonos a una mera falta de enfermedades o de dolencias específicas.
Si trasladamos este conocimiento al ámbito de la arquitectura, para que un edificio sea saludable, que es lo que se desea cuando se comienza un proyecto, ha de dar una experiencia completa de habitabilidad, teniendo en cuenta factores tan diversos como el sonido, el clima, las vibraciones, la luz, y cualquier otro que tengan una afectación, positiva o negativa, sobre el bienestar de las personas que van a habitarlo, transitarlo o trabajar en él.
Está más que demostrado que la exposición al ruido de manera prolongada puede llegar a ser la causa de transtornos del sueño y otras molestias, revirtiendo de manera negativa en la calidad de vida de los individuos. Por poner solo un dato encima de la mesa, la mitad de la población se expone de manera habitual a niveles de ruido que perjudican de manera directa la salud.
